jueves, 24 de abril de 2014

Cachorro

Aún somos poco más que un cachorro.
La edad no nos hace crecer, lo hacen todos los problemas que nos atacan a medida que pasa el tiempo. Aprendemos a palos y por las malas, esas son las únicas y verdaderas lecciones que mellan en nosotros y perduran con el tiempo. Las que nos dejan ese regusto agridulce al aprenderlas, las que no hace falta hacer muchos esfuerzos para recordarlas. Aquellas que cuando alguien las menciona, inmediatamente hurga en la herida que llevamos dentro. Es así cuando empezamos a crecer.
Y crecemos constantemente, nunca dejamos de hacerlo. Para algunos no es suficiente, bien porque quisieran crecer aún más o bien porque lo necesitarían para poder espabilar de una maldita vez. Pero lo que sí es cierto es que en algún momento todos hemos querido, aunque sólo fuese una vez, no tener que volver a hacerlo.

jueves, 6 de febrero de 2014

Cuatro reyes

Hubo una vez cuatro reyes que se repartieron el mundo.
Uno al norte, en su trono de hielo, dormido para toda la eternidad custodiado por vientos fríos y nieves perpetuas. Otro al sur, entre bosques de árboles milenarios, protegido por los espíritus más antiguos. El tercero al oeste, en el océano y bajo las aguas, donde las tormentas en los mares no sienten piedad de nada. Y el último al este, con su reino en las arenas del desierto, ya caído en desgracia y donde ahora sólo quedan ruinas.
Hubo una vez cuatro reyes que se repartieron el mundo. Cuatro reyes, que ahora tres, mantienen sus dominios a lo largo del tiempo, esperando que llegue el momento en el que puedan volver a revelarse y una vez más levantar a sus ejércitos.

lunes, 13 de enero de 2014

Mi lobo blanco

Dicen que las noches son mágicas, ¿sabes? Hay algo en ellas, algo que las hace extrañas, atrayentes. Especiales. Es en esas noches cuando mi mente se evade de lo que acontece a su alrededor y logra que todo tenga un sentido diferente. ¿Sabes por qué considero que la relación que tenemos es tan extraña y a la par especial? La razón de ello es que me recuerdas a mí. A mí hace unos años, cuando todo lo que me rodeaba era mucho más frustrante, cuando parecía que en el futuro no había nada claro... Es evidente que no somos iguales, pero cuando me cuentas tus problemas, me recuerdan a los míos. Tampoco son los mismos pero su esencia sí es la misma y el sentimiento que provoca, muy parecido. Y los ojos azules... Definitivamente los ojos azules tienen algo que ver en todo esto.
A veces mirándote a ti me veo a mí. Es extraño. Me pregunto qué opinión tendrás de mí, de forma sincera. Me pregunto qué tendremos realmente en común. Si tú también notas que hay noches que son mágicas, que tienen algo en el ambiente que las hace distintas. Especiales. Noches en las que sueñas con tu animal. Como me sucede a mí con mi lobo blanco. Últimamente apenas noto su presencia, pero hace un tiempo hasta se me aparecía en sueños. Antes lo notaba caminando conmigo allá a donde fuese, en mi interior. Ahora es como si estuviera dormido. Sólo espero que no me haya abandonado. 
Me pregunto si tú tendrás un animal que camina contigo, y cual será. Me pregunto si te visitará en sueños y si ves en él la fuerza que muchas veces necesitas pero no sabes de dónde sacar. 
Y de ser así, sólo espero que jamás tengas la sensación de que te haya abandonado.

lunes, 6 de enero de 2014

Fimias

Se dice que las fimias son pura energía: retazos de magia que toman forma corpórea y se dedican a vagar por el mundo. Pequeñas y luminosas como luciérnagas inquietas, las fimias deambulan por los rincones en los que rebosa la vida, por eso su lugar favorito son los bosques durante la primavera y el verano. ¿A dónde van en otoño y dónde se refugian en invierno? Nadie lo sabe. Tal vez se esconden en el mismo lugar que lo hacen las mariposas, bien bajo el tronco de un árbol seco que capea una tormenta, o bien migran hacia lugares lejanos y más cálidos como se les ha visto hacer a algunas aves. La verdad, nadie la conoce. Lo que sí se sabe es que las fimias están asociadas a la presencia de vida. Cuando un pueblo se instala demasiado próximo a las fronteras de un bosque, tarde o temprano las fimias acaban entrando en las casas, revoloteando en los lugares que haya más actividad. La gente acostumbrada a su presencia ha aprendido a ignorarlas, a pesar de que algunas veces pueden llegar a ser verdaderamente molestas.
En ocasiones, una fimia es mucho más grande que el resto de sus compañeras, llegando a tener un tamaño abismal (un palmo de alto, aproximadamente). Hablamos entonces de una alta fimia, un ser que es capaz de entender el lenguaje humano y que tiene consciencia de sí mismo y capacidad de comunicarse. Las altas fimias pueden adoptar diversas formas, aunque las más comunes suelen ser las de mujeres en miniatura o duendecillos. Las más creativas optan por otras formas, e incluso las mezclan dando como resultado aspectos inverosímiles. Son seres más extraños que sus primas las fimias: hoy en día, ya resulta raro toparse con alguna fimia aunque uno permanezca durante semanas en el corazón de un bosque, y las altas fimias ya se recuerdan únicamente por viejas canciones. Son realmente curiosas, sobre todo con los seres que tienen raciocinio, aunque apenas muestran perseverancia. Tan pronto como una alta fimia viene, se va.
Excepto una. Una alta fimia realmente especial. Una que, a diferencia del resto, poseía un nombre. Y ella es la protagonista de esta historia...