Fuerza, calma, comodidad, decisión, serenidad, firmeza. Frialdad, arrogancia, intimidación, soledad.
Así nos sentimos al vestir esa piel, esa piel ártica que nos hace ajenos al resto del mundo, que nos da otra forma de ver las cosas. Una voluntad de hierro, una firmeza y una seguridad en nosotros mismos que nos hacen sentirnos los futuros amos y señores de las tierras que pisamos y las que abarcamos a ver con nuestra vista.
Añoramos nuestra piel de lobo, y dudamos en volver a envolvernos bajo su abrigo, ya que si lo hacemos, tal vez nunca podamos desprendernos de ella.
Con todo lo que ello conlleva.