jueves, 14 de mayo de 2015

Pura energía

Se dice que las fimias son pura energía: pedazos de magia que toman apariencia material y se dedican a recorrer los caminos. Pequeñas y luminosas como estrellas en la lejanía, las fimias mantienen una conexión extraña con el mundo, lo que les otorga cualidades que muchas veces desafían al entendimiento lógico. Situadas en la frontera que separa el mundo material de las brumas de los espíritus, los pocos eruditos que dedican sus vidas a intentar estudiarlas y comprenderlas no terminan de ponerse de acuerdo en cómo deberían clasificarse. Ni siquiera el mero hecho de conocer su llegada y salida del mundo tiene una solución clara: nadie ha visto nunca a una fimia nacer o morir, simplemente aparecen y desaparecen ante los ojos de la gente con la simpleza que muchas veces conlleva una profunda complejidad ignorada.
Existe una creencia que afirma que las fimias responden de forma enérgica ante los sentimientos más fuertes que emanan de los seres vivos, y que las muestras de amor o de odio podrían llegar a alterarlas gravemente, y más aún a sus hermanas mayores, las todavía más misteriosas y olvidadas altas fimias. Es por ello que desde hace mucho se advierte de los riesgos de atraer a las fimias con ese tipo de emociones, aunque aún así, las fimias apenas muestran perseverancia, y por eso sus encuentros con personas no resultan peligrosos; tan pronto como surgen, se esfuman. Ninguna fimia ha tenido jamás contacto directo ni continuado con algún hombre o mujer.
Excepto una. Una alta fimia realmente especial. Una que, a diferencia del resto, poseía un nombre. Una alta fimia que rompió una regla por la que todo el mundo la recordaría para siempre: enamorarse de un ser mortal. Y ella es la protagonista de esta historia...