sábado, 29 de noviembre de 2014

Sobre los goblins: Escabechina en la letrina

Los gritos llegaron de madrugada. Todos los goblins se dirigieron con gran inquietud hacia el lugar del que provenía aquella agónica llamada: las letrinas del campamento. Las letrinas eran unas instalaciones de aspecto destartalado compuestas por estrechas cabañas de madera y hondas trincheras excavadas en el suelo. El mecanismo era sencillo, el individuo hacía sus deposiciones en el interior de la cabaña y estas discurrían a lo largo de la trinchera hasta un lugar algo más alejado del resto del campamento en el que su acumulación no resultase tan desagradable. Al menos no para ellos. Era un sistema tosco pero efectivo, pese a que siempre había detractores que opinaban que todo aquello era una pérdida de tiempo y de recursos, y por ello había que pisar con cuidado tanto en aquella zona como en sus alrededores.
No tardaron en ver quién había pronunciado los gritos: al acercarse vieron a Sniggi tirado en el suelo boca abajo y con los calzones bajados. Su cabeza estaba prácticamente destrozada. Grizzly, uno de los allí presentes, fue el primero en acercarse al cadáver y examinarlo. Se detuvo unos instantes contemplando los restos ensangrentados a los que había quedado reducido el rostro de Grizzly, y finalmente anunció al resto del grupo:
Ez sin duda una muerte a causa de una sobredosiz de hierro. -pronunció con solemnidad mientras señalaba los restos de la cabeza del cadáver, como si alguno de los presentes no se hubiera hecho a la idea de que aquello había sido obra de un sectario. Todos los goblins que observaban la escena contuvieron el aliento y se mantuvieron en silencio. Salvo por algún gimoteo aislado. Y por algún susurro indescifrable. Y por los gritos histéricos de: "¡vamoz a morir todoz!" que más de uno pronunciaba. Fue en ese momento cuando Gnuba, uno de los goblins del pelotón, observó algo que al resto se le había escapado. Allí, cerca de lo que antes de haber ido al escusado era Sniggi, había medio enterrado en el barro de las letrinas un cigarrillo, doblado y arrugado. Gnuba sólo conocía a un goblin del pelotón que fumase aquella porquería.
Al amanecer, la mayoría de los goblins habían desertado, desoyendo las órdenes de Ridrik de permanecer en el pelotón. Al parecer la posibilidad de ser fusilados por su superior era un destino más halagüeño que la certeza de quedarse en sus puestos y acabar con el peso de un mayal de hierro sobre sus cabezas. En apenas tres días habían muerto ya tres goblins distintos, y estaba claro que ninguno de los supervivientes querían correr su misma suerte. El pelotón se reducía ahora a cuatro miembros: Grizzly, Gnuba, Mugrik, conocido por el resto como "El Peztoso", y Zito, al que hacía horas que nadie veía. El dedo acusador de Gnuba volaba en una única dirección y el resto de los goblins lo seguían. Dieron con Zito en su choza, con unas prominentes ojeras y un rostro impasible. Probablemente no había dormido nada en toda la noche. Un cigarrillo sin encender le colgaba de mala manera de la comisura de los labios. Gnuba se adelantó al resto y desafió a Zito con su mirada:
Sniggi ha muerto, alguien le ha reventado la cabeza mientraz cagaba en laz letrinaz. Había uno de tuz cigarrilloz mágicoz a su lado. Ya puedez rezar lo que sepaz porque sé perfectamente que erez un sectario. ¡Exijo un juicio por ello!
El resto de los allí presentes asintió ante la petición. Grizzly se mostraba excitado ante la idea del juicio, mientras que Mugrik permanecía en silencio y con los ojos muy abiertos. Por su parte, Zito tuvo que hacer grandes esfuerzos para que el cigarro no se le cayese de la boca.

2 comentarios:

  1. Pobre Zito. ¿Juicio? Raro es que no hayan ido directamente a por él. Le estoy cogiendo cariño, así que no lo mates... aún. (¡Aléjate del síndrome GRR Martin!)

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  2. La verdad es que si que intriga esta historia... :)

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