lunes, 17 de enero de 2011

Destino

A veces, los caminos de la vida que se separan hacia direcciones totalmente opuestas vuelven a unirse. En ocasiones resulta ser de forma imprevisible, de la misma forma que las aguas de un río seco vuelven a su curso original tras años recorriendo una ruta alternativa. Situaciones y hechos que pareciendo imposibles de retomar, vuelven a confluir en un solo cauce, como si estuviese fijado de antemano que ambas sendas deban permanecer unidas... como si estuviesen destinadas a permanecer juntas, pese a los innumerables contratiempos que puedan producirse durante la travesía.
Lo cual nos lleva a sacudir con la cabeza y negar dicho suceso. ¿Qué otra alternativa nos queda? Ya que... ¿acaso existe el destino? Y de ser así, ¿hasta qué punto están descritas y selladas nuestras vidas, a qué se reduce nuestra supuesta libertad?
Tal vez nada de esto importe, tal vez prefiramos pensar que se trata de algo carente de sentido alguno, que no existe el destino y que somos responsables de cada uno de los actos que llevamos a cabo durante la vida. Tal vez sea esto lo cierto, y todo lo anterior no dejen de ser fantasías forjadas por el azar y la casualidad, por el hecho de que el mundo es un pañuelo. Tal vez.
O tal vez, no sea nada más que una idea más fácil de aceptar para nosotros, algo más sencillo de asumir en lugar de lo que a veces se presenta ante nuestros atónitos ojos como una evidencia.

lunes, 3 de enero de 2011

Gracias

Hay mañanas más duras que otras. Te despiertas cansado, dolido, impotente. Hay tanto que demostrar, y es tan difícil de conseguir...
No siempre es fácil. Muchas noches acabas axfisiado, pidiendo en silencio aire nuevo, sin poder gritar porque tu respiración se ha cortado. No ruegas ayuda a nadie aunque notes que te supera, tal vez porque tu orgullo es demasiado grande, o simplemente porque crees que es algo que debes demostrarte a ti mismo y que nadie más debe entrometerse; porque es tu objetivo, tu guerra.
Sin embargo, a veces, hay algo que te demuestra que no todo está perdido, te recuerda que hay cosas por las que luchar, que hay gente que aunque niegues con la cabeza, aunque grites y te obsesiones con enfrentarte tú solo a tus fantasmas, ellos te gritan aún más y te niegan la posibilidad de sufrir solo, porque están de tu lado, ayudándote, no dejando que caigas en la desesperación. Normalmente, la primera vez llegan cuando todo parece estar perdido y resultan ser algo que no es previsible, que se escapa a tu control, algo que se produce de una manera tan inesperada que trastoca todo lo que conocías, y te obliga a replantearte una vez más todo lo que habías aprendido. En otras ocasiones, sin embargo, no son más que leves gestos, detalles casi insignificantes a los ojos de muchos, pero que a ti te recuerdan una vez más qué merece la pena y qué no. No son mayor cosa que una breve sonrisa, la cara de alguien con una nariz de payaso, unas escuetas palabras, e incluso un gesto obsceno. En este caso, no se trata tanto de qué contiene el mensaje, sino de quién lo emite. Estas últimas están a la orden del día, y tratan de recordarte las primeras. Sólo son un diminuto recordatorio de que si algo pasase, sin importar las consecuencias, no estarías solo.
No siempre se les presta atención. Llega un momento en que están ahí, forman parte de tu vida y lo consideras habitual, cotidiano. No les das importancia.
Por el contrario, otras veces, sin saber realmente por qué, te fijas con más interés. Recuerdas más de lo debido su función, enumeras todas las cosas que no habrías conseguido sin ellas, todos los baches que no hubieras sorteado de no estar ese sentimiento ahí, ese vínculo. Y es en esos momentos cuando, sin saber realmente por qué, te ves en la necesidad de dar las gracias por ello.
Y eso es lo que estoy haciendo yo ahora. No hace falta que te diga quién eres, ni tampoco terminar esto con esas palabras que te digo cada vez que tengo ocasión. Esta vez no.
Te dije una vez, y después de esa primera vez, bastantes más veces, que me daba la sensación de no saber cómo expresar mis sentimientos, que esas dos palabras que en un principio nos venían tan grandes, se habían quedado pequeñas. Y a falta de otras palabras, volvía a repetírtelas, no sin dejarme ese mal sabor de boca, con la sensación de haberme quedado corto. Lo recuerdas, ¿verdad? Pues creo haber encontrado esas otras palabras, que son lo que forman esta especie de carta. Por eso no hace falta que esta vez, te recite esas dos palabras que tanto te motivan.
Porque se nos quedan pequeñas.