martes, 14 de junio de 2011

Piel ártica

Fuerza, calma, comodidad, decisión, serenidad, firmeza. Frialdad, arrogancia, intimidación, soledad.
Así nos sentimos al vestir esa piel, esa piel ártica que nos hace ajenos al resto del mundo, que nos da otra forma de ver las cosas. Una voluntad de hierro, una firmeza y una seguridad en nosotros mismos que nos hacen sentirnos los futuros amos y señores de las tierras que pisamos y las que abarcamos a ver con nuestra vista.
Añoramos nuestra piel de lobo, y dudamos en volver a envolvernos bajo su abrigo, ya que si lo hacemos, tal vez nunca podamos desprendernos de ella.
Con todo lo que ello conlleva.

2 comentarios:

  1. Y contra esa sensación está la de poder quitártela y sentirte a merced de quién tienes enfrente; deleitarte con la ligereza del aire sobre los hombros y con la tranquilidad de saber que todo sigue siendo tuyo, que incluso más de lo que soñaste es tuyo, pero que no tienes que luchar por ello, sólo descansar y vivir; pues van a luchar por contigo, van a luchar por ti si es necesario. Redescubrir el placer de ser débil, de poder dudar, de poder llorar y de no ser menos Señor por ello.

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  2. Todos tenemos muchas pieles, demasiadas, no sólo esa. Lo importante es dejar a un lado tanto artificio y vestir nuestra propia piel.

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