domingo, 8 de febrero de 2009

Copo de nieve

Sudaba.
Me incorporé sobre la cama y me miré las manos. Estaba temblando. Eché las mantas a un lado y me dirigí desnudo hacia el cuarto de baño. Abrí el grifo del lavabo y puse mi cabeza debajo. El agua que recorría aquella gélida cañería, que había estado a la intemperie la noche anterior, me golpeó la nuca como si fuera el afilado acero de un cuchillo de cocina. Permanecí varios minutos semiinconsciente, sin llegar a saber en cuál de los extremos de la balanza me encontraba: si en el sueño o en la vigilia. Cuando obtuve por parte de mi cuerpo un pequeño golpe de raciocinio, cogí un vaso que estaba posado al lado de la jabonera y lo llené de agua. Bebí un par de tragos lentamente, mientras observaba mi rostro reflejado en el espejo.
Y entonces lo vi a él. Apreté el vaso con tanta fuerza que mis nudillos se pusieron blancos, y acto seguido lancé el vaso contra el suelo en un arrebato de ira. Los fragmentos se dispersaron en todas direcciones como si de una explosión a pequeña escala se tratase, desplazándose algunos hasta acabar a los pies de la ducha.
Desprovisto de racionalidad alguna, y guiado por mi subconsciente me dirigí nuevamente hasta el dormitorio y me vestí sin prestar atención al estado de la ropa, la cual saqué apresuradamente del armario. Salí de mi casa dando un portazo.
A medida que caminaba, el frío inscrito en el ambiente fue devolviéndome lentamente a la realidad, pero su imagen permanecía insistente en mi retina, negándose a desaparecer hasta mi próxima pesadilla.
Caminando entre las calles, apenas veía algo de lo que tenía delante. En mi cabeza sólo se manifestaba su imagen. El resto de mis recuerdos y sentimientos, permanecían en el fondo de mi mente. Me detuve frente al cristal del escaparate de una tienda de ropa, y esta vez pude verlo claramente a mi lado.
Permanecí mudo ante su recuerdo, mientras lo miraba a los ojos. En el reflejo del cristal estaba a mi lado, vestido de la misma forma que yo, mirándome con aquellos ojos idénticos a los míos, y con media sonrisa en su boca.
Parecía feliz
Pero desde que murió, ha habido ocasiones en las que yo no he podido estarlo.
Volví a contemplar su mirada, y tras mantenerla apenas un instante, me guiñó un ojo.
Dejé de mirar el escaparate y continué caminando cabizbajo, a medida que mis pasos resonaban sobre los pequeños charcos de hielo que se habían formado de madrugada.
Un ligero copo de nieve se precipitó lentamente hacia el suelo, delante de mis ojos. Alcé la vista y me detuve para verlo mejor. La pequeña porción de agua congelada se depositó suavemente delante de mis botas, como si se tratara de una ligera pluma que se había desprendido de un ave mientras ésta emprendía el vuelo. Empezaron a caer más paulatinamente, hasta que la nevada se hizo evidente para toda la gente que en ese momento transitaba la acera. Cerré los ojos y lo contemplé por última vez, sonriendo.
Y en ese momento yo también sonreí.
Miré al horizonte, y me alejé de allí rumbo al lugar al que me dirigía, a medida que la furia y la melancolía que me acompañó al despertar se esfumaban, y una ligera euforia que provocaba un estrambótico pero agradable cosquilleo por todo el cuerpo surgía a cada paso.
Mi hermano hubiese querido que nadie llorara por su muerte, así que estaba decidido a cumplir su último deseo.

3 comentarios:

  1. Diego :D
    Escribes muy bien!
    Te iba a dar consejos de blog, pero mas bien el unico consejo es ser constante, y si has sido capaz de escribir una novela, un blog lo llevaras sin problemas xD
    Nos vemos.

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  2. Anda, este es uno de los que me faltan.
    Lo e vuelto a leer, en realidad con el titulo me bastaba, se me paso, no se porque.
    Tengo que repetir que me gusta? Si? Vale, me gusta. Tenemos un problema si solo puedo decir eso, escribe algo nefasto para que pueda criticarte, si es que puedes hacerlo, y después vuelve a escribir sencillamente normal, y déjame sorprenderme xD.

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  3. um... ya te lo habia dicho pero... este es mi preferido ^^

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